Pasión Paternal

Ni con todo a favor


13 de noviembre de 2018

Joaquín Donati - @DonatiJoaquin

Ayer, Argentinos jugó un partido irritante y vergonzoso. Tuvo la ventaja de tener un hombre de más durante todo el juego y estuvo arriba en el marcador, y aún así terminó perdiendo contra el último equipo en la tabla de los promedios. El Papelón en Victoria fue la gota que colmó el vaso y, después de un empate y cinco derrotas, Carboni rompió su contrato con el club.

 Cuando presenciamos un desastre como el de ayer, es difícil analizar el nivel futbolístico o táctico. Nunca fue tan fuerte la impresión de que los jugadores se arrastraran en la cancha. Fuera producto de una pésima preparación física o del desgano, la displicencia con la que jugó el equipo un partido tan importante y ganable como el de ayer representa una falta de respeto al club, su historia y sus socios.

 Desde el arranque, la balanza se inclinó a favor de Argentinos. Augusto Batalla, arquero de Tigre, se marchó expulsado a los 5 minutos de juego, y a los 17', Francisco Ilarregui, el único que dio muestras de carácter, puso al Bicho arriba en el marcador con un gol más bien afortunado. Triunfando, con superioridad numérica y contra un equipo virtualmente descendido, ¿qué podría salir mal? Bueno, al parecer, absolutamente todo.

 Ayer quedó demostrado que el equipo de Carboni, del cual tenemos el placer de hablar en pasado, no tenía límites para la ridiculez. Con todos los factores a su favor, se limitó a dejar crecer a Tigre, un equipo que, según comentó un periodista de la página oficial en Pasión Paternal, de perder ayer, estaba moralmente sin chances de mantener la categoría. En lugar de salir en busca de un guillotinazo que lo aniquilara, que asegurara la segunda victoria del semestre, Argentinos regaló constantemente, y hasta con esmero, espacios (esperándolo casi adentro del área) y posesión (incapaces de poder darle un pase al compañero). 

 No sólo falló en aspectos básicos del fútbol (como no salirle dos defensores al mismo jugador, no descuidar la espalda, ocupar bien los espacios, darle la pelota al compañero, etc.), sino que también fue vergonzosa la reacción anímica. El equipo nunca se convenció de que podía ganar un partido que desde el principio les fue entregado, y esa desconfianza se transformó proporcionalmente en esperanza para el equipo de Echeverría. ¿Lo peor de todo? Otra vez los jóvenes del club pusieron la cara y pagaron por los platos rotos por alguien más.

 ¿Dónde quedó el hambre, la disciplina y el atropello del equipo de Berti? ¿No eran, acaso, muchos de estos jugadores los mismos que el semestre pasado salían a comerle el hígado al rival? ¿Cómo se pudrió física, futbolística y anímicamente este plantel profesional? Argentinos, y sobre todo su gente, necesita respuestas con urgencia: todavía no tocó fondo y si hay algo que quedó claro después de la lluviosa tarde en Victoria, es que esta pesadilla es mucho más larga, seria y terminal de lo que pensábamos.

Con Argentinos no se juega.

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