
¿De qué sirve, no? Hablar de un partido del que a nadie le interesa hablar. Analizar una victoria, con lo que le costó a Argentinos ganar en los últimos ocho meses, que termina convirtiéndose en una de las peores derrotas de la historia, a pesar del 2-0 a favor.
Argentinos hizo su parte. Pero se acordó tardísimo de que para salvarse tenía que hacer sus deberes y no rezar por ver qué pasaba con los demás. Entonces de nada sirvió haber metido un gol a los tres minutos para jugar los otros 90 con tranquilidad y que la ansiedad no jugará en contra. Ni tampoco liquidar el pleito al minuto del segundo tiempo. Porque, al menos en lo que se creía un desenlace esperanzador, el partido ya estaba resuelto cuando todavía quedaba mucho por delante.
Me obligo a volver sobre mis líneas y me cuestiono lo que escribí sólo un párrafo arriba. A ver: Argentinos fue una decadencia tras otra en el último tiempo y el descenso no es casualidad, pero acordarse de cómo se resolvió todo es una trompada en la cara. No sirvió de nada el bendito triunfo. ¡Pero no sirvió de nada por un minuto de diferencia! Con todo el desastre que venía siendo todo, igual la vida estuvo a un minuto de regalar una posibilidad certera de salir de esta pesadilla. Pero el destino no quiso. Después de seis meses (sumale los 12 anteriores si querés), fueron 93 minutos de esperanza para terminar recibiendo el golpe de nocaut en el final.
No hubo milagro. Por muchos motivos, que se analizarán en los días venideros en este espacio, en la radio, en la esquina del barrio con los amigos o en la cena familiar. Argentinos se fue otra vez a la B, por cuarta vez en 20 años. Un golpe tremendo pero que necesita ser asimilado de inmediato, porque ya mismo hay que empezar a trabajar en el operativo retorno.