Argentinos ganó, frente a Douglas Haig, uno de esos partidos que terminan de definir si un equipo está para ganar el torneo o no aún. Si bien Argentinos no jugó mal, no generó la sensación de ser ampliamente superior a su rival, y por ende, el pleito se debió resolver con más carácter de lo habitual. Aprovechando los traspiés de sus rivales directos, Argentinos sumó tres puntos claves que lo ubican solitario en la cima del torneo en un partido que tranquilamente podría no haber ganado. Es por eso que los tres puntos toman un matiz vital pensando en la carrera por el ascenso, que se verá reflejada a fin de campeonato.

 Más allá del parejo transcurso del encuentro, el partido se pintaba como un desafío a superar desde la previa. El equipo de Heinze formaba sin el capitán Nicolás Freire, ni el indiscutible titular Esteban Rolón, ni el desequilibrante Javier Cabrera, tres de los once ideales del Bicho. Aparte de las ausencias, por análisis del rival, Gabriel Heinze decidió parar al equipo con un dibujo táctico que le resultó esquivo en lo que va de la temporada: 3-4-3. Con dicha alineación, Argentinos jugó 14 partidos (sin contar vs. Douglas), de los cuales ganó 4, empató 5 y perdió 5, lo que significa el tan sólo 40% de efectividad. A todo esto, había que agregarle un obstáculo más, el de jugar como visitante. En dicha condición, el Bicho, antes de jugar en Pergamino, había cosechado 16 de 36 puntos posibles, y jugando fuera de casa y con 3-4-3, tan solo 1 puntos sobre 9 posibles.

 Es por eso, que ante panorama tan negativo, y sin haber mostrado una abrumante superioridad sobre Douglas Haig, el triunfo toma un matiz apenas épico, como un presagio positivo, y, sobre todo, mucha importancia. Estos puntos, arrebatados a la adversidad y fiel muestra de carácter, son los que a final de torneo definen. Argentinos respondió al desafío y tomó la punta, pero aun le quedan varias pruebas por pasar. De momento, ratificar el liderazgo en Paternal el miércoles es el próximo.